Desde tiempos inmemoriales, el hombre buscó el medio de medir el tiempo. Desde esa época, pudimos constatar su obra prodigiosa.
Un péndulo es una obra de arte que “vive” para el mayor placer de nuestros sentidos. Pero son pocos los dichosos poseedores de este pedazo de patrimonio que tienen conciencia del esfuerzo necesario para verla nacer.
El relojero puede pasar más de un año para calcular, trazar, implantar, tallar, perforar, limar y pulir antes de poder girar la llave por la primera vez, principio de una vida mecánica muy larga.
Pero son también unos tras otros, el trabajo de los escultores, de los bronceadores, los doradores, los marmolistas, los ebanistas, los taraceadores, los esmaltadores, y los vidrieros que han hecho toda la belleza del gabinete que encierra este movimiento.
Así se resume como esta bella pieza se hizo esperar más de un año antes de librar sus encantos a su primer propietario.
A pesar de nuestros avances tecnológicos, jamás fabricaremos de nuevo tales piezas, estas forman parte de nuestro patrimonio. También tienen un valor de inversión en obras de arte y a este titulo, deben poder ser transmitidas a las futuras generaciones en un estado irreprochable de conservación.
Y es ahí que intervienen nuestra competencia y nuestra habilidad.
La visite virtual de nuestro taller os explicara mucho mejor nuestro trabajo. Todos los péndulos que pasan entre nuestras manos debemos a menudo guardarlos más de un año para que encuentren de nuevo todas sus posibilidades de antaño y volver al tiempo de su juventud. Au Toqué du Tic-Tac © 2012